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El Movimiento Familiar Cristiano: Una historia de amor, fe y compromiso que sigue viva

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NO DEJEN QUE SE APAGUE LA ANTORCHA DEL MFC

PADRE PEDRO RICHARDS – FUNDADOR EL MFC

Nacido del Espíritu… a través de la familia

El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) nació a orillas del Río de la Plata, en una época en la que la Iglesia comenzaba a sentir los primeros signos de transformación. En los años previos al Concilio Vaticano II, el Espíritu Santo ya inspiraba nuevas formas de presencia laical, y entre ellas, surgió esta propuesta pastoral inédita: una comunidad de familias que, desde su realidad cotidiana, decidía vivir su vocación como una auténtica misión evangelizadora.

Corría la década de los 40 y 50, cuando algunos matrimonios y sacerdotes en Uruguay comenzaron a reunirse con el deseo de profundizar su fe, compartir la vida familiar, y encontrar caminos para anunciar el Evangelio en medio de los desafíos sociales y culturales de su tiempo. No se conformaban con una vivencia privada de la fe: querían ser Iglesia desde la familia y para la familia.

Lo que comenzó como un pequeño grupo de reflexión y oración, pronto se transformó en un verdadero movimiento de renovación familiar, impulsado por el testimonio, el compromiso y el amor compartido.

Una intuición profética

Antes de que el Concilio Vaticano II hablara del papel del laicado, antes de que la Iglesia reconociera oficialmente la vocación del matrimonio como camino de santidad, el MFC ya vivía esa realidad. Con una intuición pastoral extraordinaria, el Movimiento promovió la espiritualidad conyugal, entendida como la experiencia concreta de Dios en el amor de la pareja, en la crianza de los hijos, en las decisiones de cada día.

Además, incorporó a la mujer en espacios de formación y liderazgo, rompió con esquemas clericalistas y apostó por una estructura de corresponsabilidad entre matrimonios y sacerdotes, que trabajaban juntos, en equipo, con igualdad de voz y corazón pastoral.

También supo ver la urgencia de acompañar a los novios y de preparar a los futuros matrimonios con seriedad, responsabilidad y cariño. Muchas diócesis del continente adoptaron esta metodología, basada en el diálogo, la oración, la revisión de vida y el compartir comunitario.

Misión latinoamericana: la semilla se multiplica

El mensaje del MFC no tardó en cruzar fronteras. Gracias al testimonio y al espíritu misionero de tres matrimonios uruguayos —los Soneira, los Gelsi y los Gallinal—, y del sacerdote Pedro Richards, el Movimiento fue sembrándose poco a poco en otros países: Argentina, Paraguay, Chile, México, Colombia, Venezuela…

En cada nuevo lugar, nacían comunidades vivas, comprometidas, al servicio de las familias de su entorno. Se formaban equipos de base, se adaptaban materiales de formación, se organizaban encuentros nacionales. La semilla caía en tierra fértil.

En 1957, esa expansión tomó forma institucional con la celebración del Primer Encuentro Latinoamericano del MFC en Montevideo, que reunió a los pioneros del Movimiento y dio origen al Secretariado para Latinoamérica (SPLA). Desde entonces, cada Encuentro Latinoamericano (ELA) ha sido un espacio de comunión, evaluación, formación y discernimiento, en el que se fortalecen los lazos y se definen las líneas comunes de acción.

Un Movimiento que discierne con los signos de los tiempos

Desde sus primeros años, el MFC ha vivido un proceso permanente de revisión, evaluación y actualización. Influido por los grandes acontecimientos eclesiales del continente —como el Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla y Santo Domingo—, el Movimiento ha procurado responder con fidelidad creativa a los nuevos desafíos de cada época.

En 1979, durante la X Asamblea General Latinoamericana (AGLA) celebrada en Panamá, se vivió una revisión profunda del ser y quehacer del Movimiento. No se trató solo de renovar estructuras o métodos, sino de reafirmar la identidad y espiritualidad del MFC. Se actualizaron los documentos fundamentales, se redefinieron los objetivos, y se hizo una opción clara por:

  • Promover una espiritualidad encarnada en la vida cotidiana.
  • Fortalecer la formación integral de las familias, con una metodología que combina fe, reflexión y compromiso.
  • Incluir y acompañar también a familias incompletas, heridas o en situación de vulnerabilidad.
  • Trabajar por la justicia social y la transformación de la realidad, especialmente en contextos de pobreza, exclusión y violencia.

Desde entonces, cada encuentro continental ha sido un nuevo paso en este camino de fidelidad dinámica, donde tradición y renovación van de la mano.

Una comunidad de comunidades

El MFC no es una gran organización, ni aspira a serlo. Más bien, es una comunidad de pequeñas comunidades: equipos de matrimonios, grupos de jóvenes, círculos de reflexión, equipos de trabajo… donde se vive la fe en familia, se comparten las alegrías y dolores de la vida cotidiana, y se construye comunidad desde el amor.

Cada grupo base es un espacio privilegiado para crecer en el diálogo, la oración, la escucha, el compromiso con los demás. Allí se aprende a ser Iglesia desde abajo, a valorar la corresponsabilidad, a caminar juntos como hermanos.

El Movimiento acompaña a los matrimonios en todas las etapas de su vida: desde los noviazgos jóvenes hasta las familias con hijos adultos. También extiende su misión a los jóvenes, a los niños, a los adultos mayores y a otras realidades familiares que necesitan contención, fe y esperanza.

Hoy más que nunca, el MFC tiene sentido

En un mundo marcado por la crisis de vínculos, la soledad, la fragilidad de los compromisos y la pérdida del sentido trascendente, el MFC se presenta como una alternativa vital: un espacio donde la familia no es vista como un ideal inalcanzable, sino como un proceso de crecimiento, perdón y comunión.

El Movimiento sigue vivo porque sigue siendo necesario. Su misión está más vigente que nunca:

  • Ofrecer formación integral y permanente a las familias.
  • Sostener espacios de espiritualidad conyugal y familiar.
  • Promover la solidaridad y el compromiso social.
  • Ser lugar de acogida y acompañamiento para quienes buscan vivir su fe en comunidad.

Una historia que continúa… contigo

El MFC no es un museo del pasado, ni una estructura del ayer. Es una historia viva que se  renueva en cada familia, en cada equipo, en cada servicio pastoral.

Detrás de sus iniciales, hay rostros concretos: matrimonios que se aman y luchan juntos, hijos que crecen en hogares llenos de fe, comunidades que oran y trabajan unidas, líderes que animan con alegría y generosidad.

Hoy, más que nunca, necesitamos seguir escribiendo esta historia. Con tu tiempo, tu oración, tu testimonio, tu compromiso. Porque mientras haya una familia que reflexione, ore y actúe en comunidad, el MFC seguirá siendo una buena noticia para la Iglesia y para el mundo.

LIBRO SUSUSU – SU HISTORIA

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