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Carisma original del MFC

Este es el MFC – SU Ser

El MFC nace como un Movimiento pionero en el que se acentúa el valor de la vocación específica de los casados Dentro de sus características destacan:

1. La valoración del concepto del amor conyugal

El MFC tuvo su principal fuerza en la valoración del amor conyugal y, por tanto, de la espiritualidad de los casados o su camino de santidad. Hay un redescubrimiento de la vocación matrimonial y su llamada a la salvación, en el estado propio de los casados, pasando de una concepción monacal de la espiritualidad, a una espiritualidad laical y específica del casado. El trabajar la pareja de casados en un movimiento de laicos fue una nueva modalidad en el apostolado. Eso trajo, además, la valoración de la mujer como persona, pues en el MFC siempre fue esencial la conciencia de igualdad de hombre y mujer, y, por esto, los cargos y responsabilidades fueron compartidos. Este punto tendió a exagerarse, lo que trajo tendencias conyugalistas.

2. El laico apóstol

El MFC fue, desde su fundación, un promotor del laico, buscando que sus miembros asumieran la acción apostólica de la Iglesia en forma madura. En Equipos Eclesiales, sacerdotes y laicos procuraban descubrir la espiritualidad de la familia y el apostolado familiar.

3. La Pastoral Familiar

El MFC no fue el único, pero sí el primer Movimiento que presionó en América Latina para que se viera la necesidad de la Pastoral Familiar y su organización. La presencia de algunos de sus miembros en el Concilio Vaticano II y luego en la reunión del CELAM, de Medellin, dieron aportes valiosos como representantes de la familia latinoamericana.

4. La liturgia implicada en la vida

Desde un principio se dio gran importancia a la liturgia y su implicación en la vida familiar, especialmente a través de las Liturgias domésticas y en las reuniones de equipo.

5. El peregrinar carismático y el hospedaje

Desde su fundación, el MFC nació y cobró fuerza gracias a matrimonios y sacerdotes que recorrían los diferentes lugares llevando un mensaje y eran recibidos y alojados en casas de familia, para compartir la vida y los ideales cristianos. Entonces y ahora, siempre habrá gente que sale en misión, enviada por el MFC, al igual que lo hicieron los apóstoles en los primeros tiempos del cristianismo.

6. La preparación al matrimonio

Desde sus comienzos, el MFC se caracterizó por encauzar la preparación al matrimonio como una necesidad sentida en la sociedad, ante los cambios que ha venido sufriendo la familia.

Familia salvadora de la comunidad

Desde su fundación, el MFC asume que el amor de hombre y mujer no es fenómeno que afecta exclusivamente a los dos, sino que en todas las épocas y culturas es un hecho social Pero con el tiempo se busca que la familia comprenda que su misión no termina en el interior de ella misma, sino que debe ser constructora de la sociedad y, por tanto, solidaría con la misión social de la Iglesia. Pasa así, de ser un refugio para salvar a las familias, a tratar de que la familia se convierta en salvadora de la comunidad, siendo esta la mejor manera de salvarse a sí misma. Este cambio se produce más fuertemente desde el año 69 en el V Encuentro de Chile, como reflejo de lo que es la Iglesia Posconciliar, que salió de sí misma para proyectarse al mundo y así salvarlo. El MFC va entreviendo que el cambio que la Iglesia pide está no solo en el corazón del hombre, sino también en las estructuras sociales injustas y quiere preparar a la familia a asumir su papel en estos cambios. Por esto se anotó: “Que el MFC es un Movimiento de Laicos, cuyas familias asumen: la Doctrina Social de la Iglesia, del Vaticano II y Medellín, y para sus miembros esto implica un compromiso consciente y permanente con la iglesia” (V ELA de Chile)

LIBRO SU SU SU

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Cuando el amor conyugal moldea el corazón de los hijos

La nueva realidad de las relaciones conyugales

En el mundo actual, donde los cambios culturales ocurren a velocidad vertiginosa, la familia enfrenta desafíos sin precedentes. El matrimonio, como núcleo fundamental de la sociedad, requiere más que nunca de solidez, madurez y compromiso para enfrentar estas transformaciones y proveer a los hijos un entorno estable para su desarrollo. Sin embargo, esta misión trascendental solo es verdaderamente posible cuando Dios ocupa el centro de la vida familiar.

Hoy, como nunca antes, la relación matrimonial necesita estar fundamentada en un amor consciente, maduro, fiel y plenamente comprometido. Los elementos externos que en épocas pasadas sostenían la estabilidad conyugal (a veces solo en apariencia) han ido desapareciendo, dejando al descubierto la verdadera esencia de lo que debe ser una unión conyugal: complementariedad genuina y entrega mutua.

En esta nueva dinámica, la vida debe ser compartida en todos sus aspectos y necesidades. Cualquier falla en esta complementación, incluso momentánea, puede poner en riesgo la vida en común, haciendo que la estructura familiar se tambalee. Por ello, la presencia de Dios como fundamento del amor conyugal se vuelve indispensable, pues solo Él puede dar la fortaleza necesaria para mantener vivo ese compromiso a través de las dificultades.

Dios como centro de la vida matrimonial y familiar

El matrimonio que coloca a Dios en el centro de su relación encuentra:

  • Una fuente inagotable de amor: El amor humano, por sí solo, es frágil y limitado. Cuando los esposos reconocen que su capacidad de amar proviene de Dios, pueden superar sus propias debilidades y limitaciones.
  • Fortaleza en las dificultades: Las crisis matrimoniales, inevitables en toda relación humana, encuentran un apoyo firme en la fe compartida y en la certeza de que Dios acompaña el camino de la familia.
  • Un horizonte de sentido: La presencia de Dios otorga una dimensión trascendente al proyecto familiar, elevándolo más allá de las satisfacciones inmediatas hacia un propósito eterno.
  • Valores sólidos: Los principios morales y espirituales que emanan de la fe proporcionan un fundamento seguro para la educación de los hijos.

Sin Dios en el centro de la vida matrimonial, incluso los mejores esfuerzos humanos resultarán insuficientes ante los desafíos que enfrenta la familia contemporánea.

Transformaciones en la función familiar

Los nuevos paradigmas culturales han producido cambios profundos en la concepción y función de la familia:

  • Cambios en la función biológica: Hemos pasado de una supervaloración de la procreación como finalidad principal del matrimonio, a una supervaloración de la relación sexual como vínculo exclusivamente orientado al desarrollo personal, separándola de su dimensión procreadora.
  • Redistribución de roles: La familia contemporánea ha redefinido los papeles tradicionales. Ya no se concibe automáticamente a la mujer como administradora exclusiva del hogar, ni al hombre como único proveedor. Hoy, ambos cónyuges buscan compartir tanto las cargas como las ventajas de la vida familiar.

Ante estos cambios, solo una visión iluminada por la fe permite discernir lo que es verdaderamente esencial para el bien de la familia y de cada uno de sus miembros.

La importancia de un matrimonio sólido en la formación de los hijos

1. Testimonio vivo de amor

Los hijos aprenden principalmente por lo que ven, no por lo que se les dice. Un matrimonio sólido, fundamentado en Dios, enseña a los hijos mediante el ejemplo cotidiano valores fundamentales como:

  • El respeto mutuo
  • La comunicación abierta
  • La resolución pacífica de conflictos
  • La fidelidad y el compromiso
  • La generosidad y el servicio
  • La fe vivida en lo cotidiano

2. Seguridad emocional

Cuando los hijos perciben que existe un vínculo fuerte y estable entre sus padres, sostenido por el amor de Dios, desarrollan un sentido de seguridad emocional que les permite:

  • Explorar el mundo con confianza
  • Establecer relaciones saludables
  • Desarrollar una autoestima sólida
  • Gestionar mejor sus emociones
  • Construir una relación personal con Dios

3. Base para el desarrollo integral

Un hogar donde los padres mantienen una relación armoniosa, enraizada en valores espirituales, proporciona el ambiente ideal para el desarrollo integral de los hijos:

  • Físico: atención a necesidades básicas y hábitos saludables
  • Cognitivo: estímulo intelectual y apoyo educativo
  • Social: aprendizaje de habilidades relacionales
  • Espiritual: transmisión de la fe y sentido de trascendencia

El valor de la presencia parental

En tiempos donde ambos padres frecuentemente trabajan fuera del hogar, la calidad de la presencia se vuelve tan importante como la cantidad:

Presencia física

No se trata simplemente de estar en el mismo espacio físico, sino de estar disponible, accesible y receptivo a las necesidades de los hijos. Esto implica:

  • Dedicar tiempo exclusivo a la familia
  • Participar en actividades cotidianas
  • Crear rituales familiares significativos, incluidos los momentos de oración y celebración de la fe

Presencia emocional

Más allá de la presencia física, los hijos necesitan padres emocionalmente disponibles que:

  • Escuchen activamente
  • Validen sus sentimientos
  • Ofrezcan orientación y apoyo
  • Muestren interés genuino por su mundo interior
  • Compartan sus propias experiencias de fe

Presencia formativa

Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos, especialmente en la fe. Esta responsabilidad implica:

  • Transmitir valores y principios cristianos
  • Establecer límites claros y consistentes
  • Fomentar la autonomía responsable
  • Ser mentores en el desarrollo del carácter
  • Presentar a Dios como un Padre amoroso

Construyendo un matrimonio fuerte en tiempos de cambio

Para enfrentar los desafíos actuales y ser padres efectivos, las parejas necesitan:

  1. Comunicación profunda: Ir más allá de lo superficial, compartiendo sueños, temores, necesidades y expectativas.
  2. Priorizar la relación conyugal: Recordar que un matrimonio sólido es el mejor regalo para los hijos.
  3. Adaptabilidad: Flexibilidad para ajustarse a los cambios sin perder la esencia del compromiso.
  4. Corresponsabilidad: Compartir equitativamente tanto las responsabilidades como las alegrías de la vida familiar.
  5. Crecimiento mutuo: Buscar oportunidades para desarrollarse como personas y como pareja.
  6. Vida espiritual compartida: Orar juntos, participar en la vida de la comunidad de fe y nutrir la dimensión espiritual del matrimonio.
  7. Confianza en la providencia divina: Reconocer que los esfuerzos humanos, por valiosos que sean, necesitan ser sostenidos y completados por la gracia de Dios.

Conclusión

En un mundo de cambios acelerados donde las estructuras tradicionales se redefinen, la necesidad de matrimonios sólidos y padres presentes se vuelve más crucial que nunca. Sin embargo, esta tarea solo es plenamente realizable cuando se fundamenta en Dios como fuente del verdadero amor y fortaleza para la familia.

Los hijos necesitan el testimonio de una relación conyugal fundamentada en el amor maduro, consciente y comprometido, que les brinde seguridad, orientación y ejemplo para su propio desarrollo. Pero este amor humano, por sí solo, es insuficiente; necesita ser nutrido constantemente por el amor divino que lo trasciende y le da sentido.

El desafío para las parejas de hoy consiste en construir una relación que integre los valores fundamentales del matrimonio con una visión renovada de la complementariedad, adaptada a las necesidades del mundo contemporáneo, y centrada firmemente en la fe en Dios. Solo así podrán ofrecer a sus hijos el ambiente propicio para crecer como personas plenas, capaces de construir a su vez relaciones saludables y una sociedad más humana y más cercana al plan divino para la familia.

Libro SUSUSU – SU ACCIÓN

Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborrece jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una carne. Gran misterio es este, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, también ustedes, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido. Efesios 5, 25-33

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Objetivo general del MFC

  1. El MFC en su Estatuto Latinoamericano, señala su objetivo general, así:

“El Movimiento Familiar Cristiano es un movimiento de Iglesia, de ámbito latinoamericano, cuyo objetivo es la evangelización y la promoción de la familia, desarrollando sus valores humanos y cristianos, a fin de capacitarla para cumplir su misión de formadora de personas, educadora en la fe y promotora del bien común y defensora de la vida“.

1. La familia formadora de personas

  1. Si la persona es imagen creada suprema del Dios comunitario, formarla es ayudarla y sostenerla a que sea plenamente la imagen de ese Dios, impulsándola a su realización en la apertura a los demás. La persona se forma en un ambiente o comunidad de amor, en un ejercicio de amor, porque se le enseña a amar. Esto supone:
  • Ayudar y sostener a cada persona a que sea plenamente la imagen de Dios.
  • Descubrir, respetar y promover los valores individuales de cada uno de los integrantes de la familia.
  • Crear una nueva forma de educación para el amor desde la infancia.
  • Valorar a los jóvenes, considerándolos como personas y como signo profético de los tiempos.
  • Asumir, por parte de cada miembro de la familia, el papel de amor salvación que a cada uno corresponde dentro del hogar, de la sociedad y de la Iglesia.
  • Descubrir el hogar como comunidad de vida y de amor que educa para el amor.

2. La familia educadora en la fe

  1. Educar en la Fe es ayudar, sostener y orientar en el camino del encuentro interpersonal con Cristo, Amor del Padre manifestado a los hombres.

Al acentuar la vivencia del Sacramento del Matrimonio, la familia es verdaderamente la Iglesia Doméstica, que se proyecta como signo de salvación integral. Esto requiere una actitud permanente de conversión personal y que la educación en la fe sea coeducación entre padres e hijos, en un clima de amor y de diálogo.

  1. Para que la familia cumpla con su misión de educadora en la fe es necesario “dotarla de elementos que le restituyen su capacidad evangelizadora, de acuerdo con la Doctrina de la Iglesia (Familia, Medellín).

Educar en la fe es:

  • Ayudar, sostener y orientar en el camino del encuentro interpersonal con Cristo.
  • Acentuar la vivencia del Sacramento del Matrimonio.
  • Hacer de la familia una Iglesia Doméstica, signo de salvación integral.
  • Dotar a la familia de elementos que le restituyan su capacidad evangelizadora.

3. La familia, promotora del bien común

  1. El que la familia del MFC sea promotora del bien común implica un cambio en lo personal y en lo familiar para:

Ser promotora del bien común por medio de una conversión que implique:

  • Realizar un cambio en lo personal y lo familiar para cooperar en la transformación hacia el desarrollo integral, por medio de unas estructuras sociales más justas.
  • Integrar a la familia en la labor pastoral de la Iglesia y en el proceso de liberación de todas las esclavitudes que nos atan.

    4. Defensora de la vida

    Ser una familia defensora de la vida comienza con valorar la vida y la familia misma. No se defiende lo que no se valora, y esta valoración debe ser tanto intelectual como del corazón y la experiencia. Los testimonios son fundamentales para aprender a valorar el don de la vida y la familia. Es importante hacer visibles las alegrías y bienes que traen los hijos… como respuesta a la propaganda que los presenta como problemas.

    Libro de SUSUSU